martes, 22 de septiembre de 2009

Antídoto contra las ideologías revolucionarias y estupideces progresistas emanado de la Palabra de Dios.

Leí hoy, con mucho pesar, el editorial de Protestante digital y sentí profundo dolor al ver allí una apología a las políticas izquierdistas sanitarias de Obama.

El artículo, teñido como está de ese “buenismo” evangélico mal entendido, nos quiere hacer comulgar con ruedas de molino y hacernos creer que no puede existir cristiano alguno que se precie que esté en contra de un sistema sanitario público. Evidentemente la tendenciosidad del autor del comentario es evidente y, posiblemente, obedezca a debilidades políticas personales. Mi propósito es, como también la de refutar otro artículo detestable que enlaza calvinismo con revolución política izquierdista que aparece en el mismo medio digital, demostrar que ni en la Biblia ni en la tradición política reformada, es decir calvinista, se sostienen opiniones de este estilo.

La Palabra de Dios nos llama una y otra vez a actuar con amor y entrega hacia el prójimo, hasta aquí ningún cristiano diría lo contrario. Esta responsabilidad de auxilio al más desfavorecido nace, no de una obligación colectiva, ni de una política social bíblica si no del mero hecho de la responsabilidad de la caridad del individuo ante Dios y el prójimo (Él se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras Tito 2:14). La Biblia no contiene ningún decálogo de política social estatal y, mucho menos, describe el comportamiento del Gobierno mundano y humanista. El Gobierno, como institución, responde ante la Providencia divina pero no ante el tribunal de Cristo, y por tanto no está sometido a las leyes cristianas específicas. Evidentemente, y con eso coincidimos con toda la doctrina reformada histórica, el gobierno debe comportarse como ordenado por Dios pero, en ningún caso es un individuo regenerado ni una institución eclesiástica.
Tenemos que añadir que tampoco la Biblia exige la creación y puesta en marcha de una política social estatal que tenga en cuenta los supuestos derechos a la sanidad. No existe tal “derecho” en las normas políticas de la Torá.
Para finalizar la idea de la sanidad universal es una falacia de la izquierda política, secular y humanista, que aboga por unas políticas sociales positivistas que parten de la bondad y capacidad constructiva de la sociedad. Esta visión, que también comparte la izquierda revolucionaria, nada tiene que ver con la visión bíblica y reformada de la humanidad.
Y ahora unos datos realistas:
En Estados Unidos nadie se muere en la calle por falta de atención médica.
La sanidad privada es más barata que la pública.
En los países con sanidad pública se nos QUITA del salario cada mes cantidades tres veces superiores a lo que se paga de seguro privado.